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Sudán de Sur es un país caracterizado por la amenaza de la hambruna y las guerras civiles, y cuya situación muy probablemente empeorará con la crisis actual. Se prevé que el impacto de la pandemia se transmita a través de los precios de los productos básicos y el comercio, y también en los flujos de inversión extranjera directa y las remesas de migrantes. Se proyecta una contracción del PIB para 2020 de entre el 0.4% y el 3.6%. A diferencia de otros países, la situación de Sudán del Sur no parece presentar mejorías para 2021, proyectándose una contracción del 1.5% para ese año. No obstante, se espera que la estabilización de los precios internacionales del petróleo impulse la producción y las exportaciones de dicho producto, lo que en este caso llevaría a una recuperación del crecimiento del PIB del 0.1% para 2021.
Los ingresos del petróleo representan alrededor del 80% del PIB y un porcentaje aún mayor de los ingresos del gobierno, lo que hace de Sudán del Sur un país muy vulnerable a las fluctuaciones en los precios internacionales del petróleo. El crecimiento moderado en socios comerciales clave como China ha reducido la demanda de exportaciones de petróleo, y con la fuerte caída de su precio las ganancias han disminuido. El deterioro resultante del déficit comercial y la reducción esperada de las remesas ampliarán aún más el déficit de la cuenta corriente a un 8.8% en 2020 pudiendo llegar al 9.3% si la pandemia se alarga, empeorado por una inversión extranjera directa más baja, especialmente en el sector petrolero. Se espera que la inflación se mantenga alta en un 32.6% para 2020, ya que la disminución de la demanda no compensará la interrupción de las cadenas de suministro debido al cierre de fronteras y las medidas de contención en los países vecinos. Se espera además que la reducción de ingresos petroleros y el alto gasto público para contener la pandemia empeoren el déficit fiscal hasta el 7.4% del PIB en 2020. En definitiva, la disminución de las entradas de remesas reducirá el consumo, exacerbará la pobreza y agravará las necesidades humanitarias en medio de la frágil transición política posterior al conflicto, con más de la mitad de la población enfrentando inseguridad alimentaria.
Antes de la llegada del COVID-19 la perspectiva para el país era positiva, principalmente debido al esperado aumento de exportaciones de petróleo, el mayor suministro de electricidad y una infraestructura mejorada. Con esto se esperaba dar confianza a los inversores privados y que por consiguiente la inversión extranjera aumentase, pero con la llegada de esta crisis sanitaria el panorama presenta grandes desafíos para el país y un aplazamiento de lo anterior. También había varias reformas planeadas por el gobierno para aumentar la recaudación de ingresos, especialmente no petroleros.
Entre los desafíos estructurales más destacables para el país se encuentra la falta de diversificación económica, la alta deuda pública, las instituciones débiles y la incertidumbre política. El compromiso con el acuerdo de paz seguirá siendo clave para la estabilidad de la producción de petróleo, la inversión privada, los flujos de divisas y la inversión pública en los sectores críticos de salud, educación y agricultura.
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Fuente: ICEX, African Economic Outlook y Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación