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Hawa Abdi dirige un complejo cerca de Mogadiscio, Somalia, del que forman parte una escuela y un hospital.
Una auténtica heroína con el valor, el coraje y la formación suficiente para ser la primera mujer en Somalia en poner en marcha y dirigir un hospital desde el que lucha cada día contra la adversidad que supone vivir en medio de un país en guerra continua consigo mismo.
Abdi recibió su formación médica en Kiev, Ucrania, durante los años 60 tras recibir una beca soviética. En aquellos tiempos Somalia era aliada de la Unión Soviética, mientras su eterno rival y vecino, Etiopía, comulgaba más con los intereses de Estados Unidos. Estaban en plena guerra fría y África era terreno de juego para las rivalidades entre el bloque soviético y el norteamericano.
Después de completar sus estudios y especializarse en ginecología, Abdi volvió a Somalia y abrió su clínica, convirtiéndose en la primera mujer en hacerlo. Pronto empezaron a llegar clientes de todo el país e incluso del extranjero. Su sueño de niña, de ayudar a otras mujeres para que no muriesen de parto como su madre, se empezaba a hacer realidad.
Se casó y tuvo tres hijos, pero esto no frenó su inmensa energía y siempre ha estado al frente de esta clínica que hoy es mucho más que eso, pues su 'ciudad sanatorio', se complementa además con un centro de formación y un centro de nutrición para niños desnutridos. Ahora, el Hospital Hawa Abdi tiene 400 camas, tres quirófanos, seis médicos, 43 enfermeros, una escuela para 800 estudiantes y un centro de formación de adultos.
Eliza Griswold, que escribió sobre este complejo socio sanitario en su libro The tenth parallel, afirma: "Hawa y sus hermanas Amina y Deqa han construido una ciudad de curación dentro del brutal caos de la guerra". Y es que Abdi se ha ganado el reconocimiento de gente de todo el mundo. Ella y sus hermanas, también doctoras, fueron elegidas por la revista estadounidense Glamour para sus premios a las mujeres del año de 2010. La revista describía a Abdi como "la Madre Teresa y Rambo a partes iguales", lo cual es comprensible si se conoce el entorno en el que esta mujer libra su lucha.
Su gran labor no está exenta de la barbarie de la guerra y en alguna ocasión se ha enfrentado personalmente a los guerrilleros que pisoteaban sin ningún pudor su trabajo de años, como cuando los militantes rodearon su hospital sin importarles que Mamá Hawa, como se la conoce, fuese una de los pocos médicos con formación en kilómetros a la redonda ni que la clínica, la escuela y el programa de alimentación que había creado en su finca ayudase a casi 100.000 personas, en su mayoría refugiados desesperados.
Durante horas, los comandantes de la milicia retuvieron a Abdi a punta de pistola mientras sus secuaces —en su mayoría chicos de 15 a 16 años— saqueaban el hospital, disparaban a las máquinas de anestesia, rompían ventanas y destrozaban historiales. Ella se negó a abandonar su hospital, dispuesta a morir con su gente y su dignidad. Pero cientos de mujeres del campo de refugiados situado en la finca de Abdi protestaron y se sumaron a un aluvión de condenas provenientes de somalíes en el extranjero que obligó a los milicianos a dar marcha atrás.
Y es que alrededor del hospital, de dos plantas, ha surgido una auténtica ciudad a lo largo de los años, con 90.000 refugiados que viven en chozas en forma de burbuja hechas de planchas de plástico y varillas.
Está considerado como uno de los pocos sitios seguros del sur de Somalia. El tratamiento médico es gratuito, financiado por las donaciones. El refugio tiene algunos guardias de seguridad y unas cuantas normas importantes. Entre ellas, la de que ningún hombre puede pegar a su esposa.
Fuentes: