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La estructura económica del país se ha mantenido más o menos estable en las últimas dos décadas, con el predominio del sector terciario que representa aproximadamente la mitad del PIB, seguido del sector primario y en último lugar un sector secundario poco desarrollo. Antes de la pandemia, la perspectiva económica para Benín era positiva. En comparación con los pronósticos iniciales previos al brote, se espera que el PIB disminuya entre un 3.4% y un 5.5%. Se prevé que la pandemia provoque una disminución de las exportaciones de algodón y una reducción de la inversión extranjera directa, particularmente de China. Así mismo, habrá dificultades para acceder a los mercados financieros internacionales debido a la renuncia general de los inversores. Los viajes y el turismo, que representan el 6% y el 5% de los empleos en Benín, caerán. Se espera que el déficit presupuestario en 2020 se amplíe hasta el 3% aproximadamente, debido a una caída en los ingresos y un aumento en el gasto. También se espera que el déficit en cuenta corriente aumente alrededor de un 2% tras la caída de las exportaciones de algodón. La inflación se mantendrá limitada, entre el 1.1% y el 1.4%, en línea con la caída de la demanda interna debido a la reducción de los ingresos. Para 2021, se espera que el crecimiento económico se recupere junto a una recuperación en la economía global.
El sector exterior de Benín es caracterizado por mantener un déficit por cuenta corriente y por la importancia del comercio de reexportación. India y China son sus principales socios internacionales, y sus productos más exportados son el algodón, las frutas y los frutos secos; las importaciones realizadas son principalmente de cereales, comercio y derivados del petróleo. El país está muy expuesto a los cambios en políticas comerciales y monetarias de Nigeria, su principal socio comercial y receptor del 50% de sus exportaciones, aproximadamente.
La inadecuación actual de las infraestructuras en el país supone un obstáculo para el crecimiento, pues reducen la rentabilidad económica. Además, existe una baja productividad y el trabajo informal está muy latente, lo que provoca desequilibrios estructurales y crea una distorsión entre el crecimiento real y potencial. La productividad agrícola es baja, y la estructura industrial se basa en los agronegocios, la fabricación, la construcción y las obras públicas. Por otro lado, los sectores de la educación y la salud son bastante débiles, lo que se ve reflejado en el bienestar social. A esto se suma el crecimiento de la población y el subempleo, que son muy altos. En este sentido, cabe destacar la implementación en agricultura del Plan Estratégico para el Desarrollo del Sector Agrícola en 2017, entro cuyos objetivos se encuentran mejorar la productividad agrícola, desarrollar cadenas de valor en diferentes productos, fortalecer la resiliencia de las granjas y establecer mecanismos de financiación y seguros agrícolas que se adapten a cada circunstancia. Por otro lado, la capacidad para generar electricidad ha aumentado considerablemente en los últimos años, pero el país todavía mantiene una alta dependencia de Nigeria y Ghana para su suministro. El Plan de Emergencia Eléctrica propuesto pretende apoyar una estrategia energética para el país, de modo que para el año 2035 la capacidad de generación de energía sea aproximadamente cuatro veces mayor de la actual.
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Fuente: ICEX y Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación