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La elección del proyectista burkinés marca un cambio de paradigma en la historia del galardón al reconocer el papel del arquitecto como un guía capaz de cambiar la suerte de una comunidad y la ambición de su disciplina.
Francis Kéré nació en Burkina Faso en 1965. Fue el primogénito del jefe de su pueblo, Gando, por lo tanto era el único hijo que podía ir a la escuela. Tras destacar en sus estudios, le concedieron una beca de la "Carl Duisberg Gesellschaft" para realizar prácticas en Alemania. Después continuó su formación en ese país en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Técnica de Berlín.
Mientras todavía era estudiante, creó la Fundación Kéré, así como la asociación Schulbausteine für Gando para apoyar el desarrollo de su país uniendo los conocimientos que adquirió en Europa con los métodos de construcción típicos de Burkina Faso, y también para recaudar fondos con el fin de construir una escuela en su pueblo natal. A pesar de los obstáculos económicos y logísticos, Kéré terminó la construcción de la escuela primaria en 2001 gracias a la ayuda de la población de Gando y de los fondos recaudados por la asociación.
En este mismo año, recibió el premio Aga Khan Award for Architecture por este mismo proyecto debido a su diseño elegante y simple, así como por emplear técnicas básicas de construcción. A raíz del éxito de este proyecto, Kéré se dio cuenta de otras necesidades presentes en Gando. Por ello, planeó la construcción de una extensión de la escuela, una biblioteca, una escuela de secundaria y viviendas para el profesorado, entre otros proyectos.
Desde que fundó en 2005 su propio estudio de arquitectura en Berlín llamado Kéré Architecture, ha recibido numerosos reconocimientos, como el Global Award for Sustainable Architecture. Además, debido a su trabajo en Burkina Faso fue nombrado miembro honorario del American Institute of Architects y miembro del Real Instituto de Arquitectos británicos.
En 2021, Keré culminó en Kenia el Campus del Lions Club, una residencia para estudiantes de tecnología de la información. El proyecto es clave en su trayectoria. Aunque ya había realizado construcciones similares en Mozambique y había mejorado el aislamiento de los edificios empleando una pantalla de lamas de madera (Escuela Secundaria Schorge en Koudougou), aquí la escala es otra. La protección de la calima es mejor. El entendimiento de la topografía es orgánico.
La historia de Kéré es tan valiosa como pintoresca. Tal vez por eso, el arquitecto corrió el riesgo de ahogarse en su propio éxito. Sucedió cuando comenzaron a pedirle intervenciones temporales en museos como la Royal Academy (2013) o el pabellón temporal de la Serpentine en Londres (2017). Kéré explicó entonces a EL PAÍS que esas intervenciones aumentaban su fama, informaban de otra manera de construir y le permitían reunir fondos para seguir construyendo en África. La doble lista ―oculta en tantos arquitectos conocidos― o pública en Francis Ford Coppola ―que hacía Padrinos para producir películas más arriesgadas― había llegado a la arquitectura. Solo que, en el caso de Kéré, dejar de construir es un riesgo para mucha más gente que él. ¿Lo tiene todo hecho, entonces? ¿Qué premia el Pritzker?
Aunque acumule reconocimientos, que este galardón corona, y aunque ya haya hecho historia como arquitecto ―transformando la figura del proyectista en guía para la construcción de comunidades y edificios―, la escala metropolitana será el nuevo reto de Kéré. En Porto-Novo, la capital de Benín, construye el parlamento que se ha adelantado al que también ha proyectado para la capital de su país: Uagadugú. El tamaño y la ambición de estos edificios decidirán el futuro de este arquitecto que ya es histórico.