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Antes de la pandemia, las perspectivas económicas de Madagascar eran favorables. El crecimiento alcanzó el 4.6% en 2018 y el 4.8% en 2019, y para 2020 se proyectaba un crecimiento del 5.3%. Con la llegada de la crisis sanitaria, este impulso se distorsionará afectando principalmente al comercio y el turismo, así como a las inversiones extranjeras directas. Debido a la desaceleración de estos, sumado a la de los textiles, la minería y el transporte, se espera que el país experimente una pérdida de entre 5.2 y 8.3 puntos porcentuales en el PIB, creciendo así en 2020 tan solo entre un 0.1% y un 3%. Es probable que la desaceleración sea el resultado de una reducción en las inversiones públicas y privadas que retrasará la implementación de los proyectos y congelará o retrasará la inversión extranjera. Además, reducirá los ingresos tributarios y aumentará el déficit presupuestario entre un 0.3% y un 1.2% del PIB. El saldo de la cuenta corriente también debería disminuir debido a una fuerte contracción de las exportaciones, sumado a la interrupción de las actividades turísticas y de la inversión extranjera. Así, se espera que la tasa de inflación aumente aproximadamente un punto en 2020. Si la situación internacional mejora y se controla la pandemia, la economía del país podría alcanzar su nivel de crecimiento anterior a la crisis en 2021.
La composición de la economía en Madagascar está dominada por el sector servicios, con el impulso de los sectores menos productivos donde se concentran actividades informales como el comercio y el turismo. El sector primario está impulsado por la agricultura tradicional y por ende está muy expuesta a los efectos del cambio climático. El sector secundario ha crecido en los últimos años, situándose su contribución al PIB casi a la par que el sector primario.
El país es vulnerable a conmociones externas, sobre todo a la caída en los precios del níquel y la vainilla y el aumento en los precios del petróleo y los bienes importados. La economía sigue dependiendo en gran medida de los bienes importados, entre los que predominan los productos alimenticios e intermedios, y los productos derivados del petróleo. Los productos de exportación de mayor valor agregado como la vainilla, el clavo y los granos de cacao se cultivan en pequeñas granjas, y la industria alimentaria sigue subdesarrollada. Tradicionalmente, Francia ha sido el principal cliente del país hasta que en 2018 Estados Unidos se situó en primera posición. Les siguen Alemania y Japón. En cuando a los países proveedores, destaca el crecimiento de las importaciones procedentes de China, que han experimentado un fuerte crecimiento. Después de éste, se encuentran Emiratos Árabes Unidos, Francia e India.
Las políticas públicas no han aliviado las restricciones estructurales del sector, la inseguridad en las áreas de producción o el difícil acceso a la tierra y al financiamiento. Para apoyar la política monetaria y consolidar el comercio exterior, las autoridades deberían centrarse en promover las industrias de sustitución de importaciones de los productos más importados. Los subsectores más estructurados y productivos en servicios, como pueden ser las telecomunicaciones, bancos y seguros, todavía están subdesarrollados, pero están siendo cada vez más dinámicos. Un mercado africano más abierto a través de la integración regional podría convertirse en una salida para los excedentes de alimentos, siempre que exista infraestructura para mejorar el acceso y facilitar el comercio.
Actualmente la Red de Oficinas Económicas y Comerciales en el Exterior no dispone de sede en Madagascar. Para obtener información sobre Madagascar póngase en contacto con la Oficina Económica y Comercial de la Embajada de España en Johannesburgo.
Fuente: ICEX y Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación
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