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Tras la fuerte caída de los precios del petróleo en el año 2014, el país todavía mantiene un ambiente macroeconómico desafiante que se refleja en la contracción que ha sufrido el PIB en los últimos años. Desde 2016, la economía ha estado en recesión, y con el fin de estimular el crecimiento, el gobierno elaboró un programa de estabilización macroeconómico y un nuevo Plan Nacional de Desarrollo (2018-2022). Las estrategias fueron allanar el camino para reformas tales como ampliar la base impositiva y adoptar un tipo de cambio flexible. El estallido de la pandemia y la consiguiente caída brusca de los precios del petróleo socavaron estas reformas, exacerbando la ya frágil situación macroeconómica del país y limitando las perspectivas de una pronta recuperación económica. Bajo la incertidumbre generada tras la pandemia y la dramática reducción en los precios del petróleo, se proyecta que el PIB se contraiga entre un -3.1% y un -5.3%. Se prevé que la contracción de las exportaciones de petróleo contribuya a un saldo negativo en la cuenta corriente, que se proyecta entre el -1.9% y el -11.3%. Por otro lado, la reducción de los ingresos fiscales relacionados con el petróleo contribuirá también a un déficit presupuestario proyectado entre el 4.4% y el 9.7% del PIB. Se espera que el crecimiento del PIB per cápita se mantenga en negativo, debido a la baja productividad y el rápido crecimiento de la población, sumado ahora a los desafíos de la pandemia. Todo lo anterior demuestra la necesidad por parte del gobierno de ampliar la base impositiva y buscar otras fuentes de ingreso, reduciendo así la dependencia del petróleo.
La economía angoleña se caracteriza por obtener su mayor riqueza del sector petrolero. Es un país con un sector exterior abierto, que exporta petróleo y trae del extranjero la mayor parte de lo que consume. Con datos disponibles de 2017, sus principales socios comerciales son China e India, y en menor medida Estados Unidos y Sudáfrica. Las oportunidades de negocios en este país para el sector privado se encuentran en los alimentos y bebidas, los materiales de construcción, los vehículos y la maquinaria agrícola, entre otros.
Antes de la pandemia, con el fin de diversificar la economía angoleña, las reformas estructurales se esperaba que contribuyesen a la recuperación económica a partir de 2020. Entre ellas, se encuentran reformas estratégicas en infraestructuras, capital humano y mercados de crédito. Además, en 2019 se anunció un programa de apoyo crediticio destinado a beneficiar la diversificación de las exportaciones y la sustitución de importaciones, con el apoyo gubernamental. Con esto también se pretendía incentivar y mejorar las inversiones en energía y en otras actividades en las que el país posea ventaja comparativa como pueden ser la agricultura, la pesca y los productos petroquímicos, en alianza con la mejora de las habilidades y el desarrollo del capital humano, factor indispensable para conseguirlo. En este sentido, el deterioro de las infraestructuras también ha contribuido a la reducción en la producción de petróleo, así como la baja productividad y habilidades laborales, que han supuesto un obstáculo para la inversión privada y la diversificación. Con la situación actual, estas reformas se verán ralentizadas debido a las prioridades derivadas de la pandemia.
Por todo lo anterior, se considera indispensable un crecimiento mejorado de la mano del sector privado, junto con unas reformas estructurales que permitan la recuperación, la estabilización macroeconómica, la diversificación y el aumento de la productividad, con la consecuente creación de empleo. Por el momento, la probabilidad de que aumente la inversión privada es limitada, pero se espera una mejora en los próximos años debido al programa de privatización lanzado en 2019 para aumentar la competitividad de lo privado.
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Fuente: ICEX y African Economic Outlook